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Ingredientes:
- 2 kilos de pulpo.
- 1 cebolla pequeña.
- 1 vaso de aceite de oliva.
- 1 cucharada de pimentón dulce.
- 1 cucharada de pimentón picante.
- Sal gruesa.
Preparación:
- Lavar el pulpo para quitarle el limo que trae.
- Mazarlo para que ablande.
- Poner el agua a hervir con la cebolla en una cacerola, cuando rompa a hervir introducir el pulpo en la cazuela y levantarlo dos o tres veces, volviéndolo a meter.
- Dejarlo cocer durante 45 minutos, pincharlo y si está blando retirarlo del fuego.
- Cuando se vaya a servir, después de haberlo dejado reposar unos 15 minutos, quitarlo de
la cazuela y cortar en trozos no muy gruesos con tijeras.
- Sazonar con sal y aceite y espolvorear de pimentón (la cantidad puede variar segúnlo picante que se desee).
Ingredientes:
- Kilo y medio de pulpitos.
- 1 tazón de salsa de tomate.
- 2 dientes de ajo.
- 1 cucharada de perejil picado.
- 1 vasito de vino blanco.
- 1 vaso de aceite.
- Sal, pimienta y romero.
Preparación:
- Lavar bien los pulpitos y dejarlos escurrir.
- Poner el aceite en una sartén, añadir los ajos, el perejil y una ramita de romero y reahogar
los pulpitos por espacio de diez minutos.
- Rociarlo luego con el vino blanco y la salsa de tomate, sazonar de sal y pimienta y dejar cocer una hora aproximadamente.
- Si espesa demasiado aclararlo con un poco de agua fría durante la cocción.
- Servir caliente en cazuela de barro.
Ingredientes:
- 2 panes candeales de medio kilo, o cualquier pan de miga bien prieta, del día anterior.
- 150 gr. de panceta adobada.
- 150 gr. de chistorra o chorizo picante .
- 150 gr. de salchichas frescas.
- 2-3 pimientos verdes o entreverados.
- 8 dientes de ajo.
- Aceite de oliva.
- Pimentón picante.
- Sal.
Preparación:
- El día anterior, cortar el pan en rebanadas finas, estas en tiras y las tiras a su vez en cuadraditos.
- Es lo más laborioso del plato, los cuadraditos deben tener cosa de un centímetro de lado (no
mucho más, que no vamos a hacer bocadillos, ni mucho menos, que tampoco queremos pan rallado).
- El pan deberá estar duro, pero sin pasarse, que no sirva de arma arrojadiza, vamos.
- Salpicar de agua con sal sin que las migas lleguen a empaparse, a veces conviene apretarlas
con las manos para que suelten todo el agua.
- Luego, cubrir con un paño limpio y dejar reposar hasta el día siguiente.
- Cortar la panceta en cuadraditos o tiras, después de quitarle la corteza; cortar las salchichas y la chistorra o chorizo en rodajitas finas, cada cosa por su lado y Dios en la de todos.
- Cortar (y dale) el pimiento en tiras, y los ajos en trozos grandes.
- En una cazuela bien grande con aceite de oliva, freír el pimiento y reservar sobre papel para que suelte el exceso de grasa.
- Hacer lo mismo con la panceta, la chistorra y la salchicha, cada cosa por separado y en este orden (es importante sobre todo para que el agüilla de la salchicha no nos cueza el resto de los ingredientes en vez de freírlos).
- Ir salando cada cosa por su lado, con mucho cuidado.
- Luego, freír los ajos cortados en trozos grandes, sin que lleguen a tomar demasiado color, y retirarlos.
- En la cazuela tiene que haber quedado grasa abundante, quizá demasiada.
- Lo mejor es dejar cosa de un dedo y sacar la restante a una taza, por si luego nos hace falta.
- Echar las migas, dar vueltas hasta que se impregnen bien del aceite (será el momento de añadir un poco más de la grasa reservada si no hay suficiente; en este caso, es mejor que
falte, y no que sobre).
- Añadir el pimentón, dar unas vueltas y volcar el resto de los ingredientes.
- Remover un minuto, tapar y dejar reposar cinco minutos fuera del fuego antes de servir.
- Los valientes que no temen al colesterol votan por poner un huevo frito encima de cada plato de migas.
- La verdad es que está buenísimo, pero es dinamita.
- Sólo para estómagos de gran capacidad y gente sin miedo a las digestiones pesadas.
- Otra posibilidad, esta ya directamente para aquellos que más que valientes son temerarios, es tomar las migas con el huevo frito y un tazón de chocolate caliente.
- La idea, que puede parecer loca (y de hecho algo tiene de eso) viene de los tiempos en que las migas eran el desayuno habitual de los pastores en algunas zonas de España.
- Los pobres tipos necesitaban meterse en el cuerpo una comida abundante y calórica, que les permitiera enfrentarse al frío de la madrugada y a una jornada de trabajo duro.